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jueves, 21 de abril de 2016

Melón: abrirlo para creerlo

Por su alto contenido en agua, podríamos pensar que el melón es poco más que una fruta refrescante, ideal para las épocas del año en que el calor aprieta. Pero junto a su valor hidratante, el melón también resulta muy apropiado para el organismo por su acción diurética, así como por su riqueza en vitaminas, como la C, y en superóxido dismutasa, una enzima "enemiga acérrima" de los radicales libres.


Mucha agua. Ese es, básicamente, el contenido de este fruto del melonero, una planta herbácea de tallo rastrero perteneciente a la familia de las cucurbitáceas, de nombre botánico Cucumis melo, y cuyo origen no está del todo claro.
Piel de sapo
Algunos lo sitúan en África, concretamente en Egipto, donde se encuentran testimonios de su cultivo que datan de 24 siglos antes de Cristo. Otros, en Asia, en el Valle de Harapan, India, donde descubrimientos arqueológicos que datan de unos 2.500 a 2.000 años antes de nuestra era demuestran la presencia de restos de semillas de plantas de melón.

Durante el Imperio Romano, el melón gozó de gran estima, si bien tenía la consideración de hortaliza más que de fruta y, por ejemplo, se consumía condimentado con sal y pimienta en ensalada. Su abundancia en semillas parece ser la responsable de que antiguamente fuera considerado un símbolo de fertilidad.

Durante la Edad Media fue progresivamente introducido en Europa; en Francia, la corte lo tomaba acompañado de moscatel. Su llegada a América se produce de la mano de Cristóbal Colón y hay que señalar que en aquella época su tamaño no era mayor que el de una naranja, si bien con el paso de los siglos, tanto su tamaño como las variedades de esta fruta han ido aumentando.



Forma y peso variables

Tendral
Uno de los aspectos destacados del melón es su tamaño, que hace de él uno de los frutos más grandes; la forma puede ser esférica u ovalada o alargada, aunque este aspecto depende de la variedad. Su peso oscila entre 800 gramos y 4 kilogramos, mientras que la tonalidad de su corteza puede ser verde, amarilla, anaranjada o blanca, del mismo modo que su pulpa, en la cual se encuentran gran número de semillas de color crema, mezcladas con una masa viscosa y gelatinosa.
El número de variedades de melón existente es amplio, en función de corteza, color, textura, aroma o sabor. 
Los melones verdes españoles conforman un grupo diversificado, en el que podemos encontrar:
  • Piel de sapo: Su corteza es verde, fina y con manchas oscuras, y su pulpa es blanco-amarillenta, muy sabrosa y dulce. Se produce en el área mediterránea y en algunas zonas de Castilla - La Mancha.
  • Tendral: Originario del sudeste peninsular, su piel es rugosa, gruesa y uniforme; su pulpa, blanca, firme, dulce y muy sabrosa. Es bastante pesado.
  • Rochet: Sus frutos son de tamaño medio, con forma elíptica corta, piel poco asurcada y corteza de color verde medio con punteado amarillo. Variedad de buena calidad, con carne de color blanco, muy dulce.
  • De Villaconejos: La variedad propia de esta localidad madrileña se caracteriza por tener estrías en toda su superficie, color casi pardo, y pulpa blanca de sabor intenso, dulce y jugoso.
Al margen de este grupo, otras variedades destacables son amarillo, de forma alargada, corteza dura y pulpa verde claro de sabor dulce; cantaloup, esférico, ligeramente achatado, de piel amarilla fina, pulpa anaranjada y aroma característico, su peso puede variar entre 700 y 1.500 gramos, siendo Francia uno de sus principales productores y en España, las provincias de Almería y Murcia; y galia, una variedad originaria de Israel, de forma esférica y piel verde que en la madurez se torna amarilla, cuya carne es blanca verdosa con un intenso aroma, y su peso se mueve entre los 850 gramos y 1,5 kilos


Una composición equilibrada

El porcentaje de agua que puede contener un melón puede variar entre un 80 y un 90 por ciento de una composición que apenas contiene grasa (0,1 por ciento) y cuyo contenido de azúcar es menor que en otras frutas (5,4 por ciento), lo que incide en que 100g de melón solo tengan 26 calorías. Las proteinas están presentes en un porcentaje del 0,9 por ciento, superior al de otras frutas como manzana, pera, fresa, melocotón o uva.

Rochet
Vitaminas y minerales combinan armoniosamente en el melón. Entre las primeras, destaca la presencia de vitaminas C, B1 y B6; entre los segundos, es interesante mencionar su contenido en potasio, hierro y magnesio. 
También contiene calcio, aunque de peor aprovechamiento que el que procede de los lácteos o de otros alimentos que son una buena fuente de él.

Asimismo, hay que destacar que el melón contiene citrulina, un aminoácido no esencial que produce efectos muy beneficiosos a distintos niveles. Así, expulsa el amoniaco tanto del hígado, mejorando el ciclo de la urea, como de los músculos fatigados, facilitando la recuperación y el acondicionamiento físico tras el entrenamiento. 
También hay que señalar que, al ser convertido por el metabolismo en arginina, otro aminoácido que, en este caso, libera óxido nítrico en la sangre, favorece una correcta vasodilatación y, con ello, la prevención de problemas cardiovasculares, o el aumento de la líbido en el varón, al mejorar el flujo de sangre.


Eficacia a nivel renal

Por su alto contenido en agua y minerales, el melón está indicado en afecciones urinarias, ya que facilita la labor depuradora de los riñones, y la consiguiente eliminación de toxinas y sustancias de desecho. También lo es para quienes padecen insuficiencia renal en grado inicial, cuyo síntomas principales son la retención de líquidos y las micciones escasas o poco concentradas, así como para aquellas personas aquejadas de cálculos renales y arenillas, especialmente cuando son de tipo úrico, ya que, dado su gran poder alcalinizante, el melón incrementa la solubilidad de las sales ácidas que forman los cálculos úricos, facilitando su disolución y eliminación.


Y no podemos terminar sin citar la riqueza que algunas variedades de melón tienen en una enzima antioxidante, la superóxido dismutasa (SOD), un auténtico enemigo de los radicales libres que acosan a nuestro organismo por muy distintos medios: contaminación, sustancias tóxicas, tabaco o rayos UV. Con ello, contribuye a ralentizar el proceso de envejecimiento.


Información cedida por Tegor Laboratorios



La información contenida en este artículo tiene una función meramente informativa. En todos los casos es preferible consultar con su terapeuta, médico, u otro profesional de la salud.

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