En
esta ocasión hemos elegido un tema que podríamos decir que está,
en cierta manera, de moda. A ello ha contribuido especialmente la
publicidad televisiva de algunas empresas de alimentación, que
fomentan enormes expectativas que por desgracia, no suelen
corresponderse con lo que nos ofrecen. De hecho hace ya un tiempo que
me apetecía hablaros de esta materia, no solo por su importancia
sino también por la confusión que genera.
Los
mensajes publicitarios sobre las propiedades saludables de algunos
productos con probióticos o prebióticos, no siempre son lo
suficientemente precisas.
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Para
comenzar me parece fundamental clarificar conceptos. Lo primordial
para desenmarañar la madeja de las informaciones imprecisas es saber
qué es un probiótico. Pues bien, los probióticos son
microorganismos que habitan en nuestro tubo digestivo y que nos
aportan uno o más beneficios,
la mayoría de ellos se localizan en el colon. La siguiente cuestión
sería ¿En qué se distingue un probiótico de un prebiótico? Pues
son totalmente diferentes, ya que los prebióticos son sustancias
nutricionales que ingerimos y que incrementan o
mejoran la actividad de los microorganismos probióticos.
Los prebióticos se caracterizan además porque no son digeribles,
es decir, no son absorbidos en el intestino, sin embargo los
microorganismos del tubo digestivo sí que los aprovechan.
Ahora
podemos pasar al siguiente punto de importancia ¿Qué nos aportan?
Para ello debemos de considerar que en el colon hay más de 100
billones (Sí, con B) de bacterias que junto con otros
microorganismos, virus y levaduras principalmente, conforman un
complejo ecosistema de cientos de especies, esto es lo que se
denomina microbiota intestinal, y que popularmente conocemos como
“flora intestinal”. Todos ellos suponen un número de células 10
veces superior a las propias del organismo humano, dato que nunca
dejará de sorprenderme.
La
microbiota varía entre cada individuo, esta depende de múltiples
factores, como qué bacterias nos transfirió nuestra madre durante
el nacimiento, si ha habido o no lactancia materna, nuestra
alimentación, el agua que bebemos, el estrés, enfermedades,
medicaciones… Un dato curioso es que se cree que existen tres
patrones básicos según la flora que poseamos, pero esto es algo que
se sigue estudiando hoy en día por lo que por el momento no vamos a
profundizar en sus posibles repercusiones, y más teniendo en cuenta
que existen muchos otros asuntos constatados para abordar en este
artículo.
En
el colon es donde se concentra un mayor número de bacterias
intestinales.
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Las
funciones de la microbiota son variadas y cada vez los estudios
muestran más conexiones con otros sistemas corporales que resultaban
difíciles de imaginar, como con el sistema nervioso, el
cardiovascular, el metabolismo... De todas formas hoy nos centraremos
en las más evidentes, ya que son trascendentales:
- Mejora de la nutrición al transformar sustancias que nuestro intestino por sí solo no podría asimilar.
- Prevención de infecciones al impedir el asentamiento de microorganismos patógenos.
- Favorecen el desarrollo adecuado de las células del epitelio intestinal.
- Apoyan el desarrollo del sistema inmune y su funcionamiento (Son inmumomoduladoras)
Posiblemente
sea esto último lo que ha suscitado un mayor interés para la
población general. Sin estos microorganismos la producción de
células inmunes es muy baja, por lo que los patógenos podrían
invadirnos con gran facilidad, siendo víctimas de continuas
infecciones. Podemos decir, de manera metafórica, que nuestro
sistema inmune se “entrena” con la microbiota intestinal. Como ya
hemos mencionado en otras ocasiones el intestino es el órgano que
alberga un mayor número de células inmunes, lo cual no debería
sorprendernos si tenemos en cuenta su constante exposición a
“elementos externos”, principalmente los alimentos y todo lo que
les acompañan, incluyendo los aditivos y los microbios. Todo esto
hace de la microbiota un elemento decisivo para la inmunidad, y no
solo en cuanto a número de células, sino en cuanto a que esas
células se formen y “trabajen” correctamente, de forma que una
buena microbiota disminuye, por ejemplo, la respuesta a algunos
alérgenos.
Existen
dos géneros*, el de los lactobacilos y el de las bifidobacterias que
comprenden un gran número de especies probióticas. Se sabe que su
utilización es segura y de hecho la mayoría de los complementos
alimenticios de probióticos se basan en ellos. Es conveniente que
conozcamos que cada especie actúa de manera diferenciada en nuestro
intestino, incluso existen variedades importantes en cuanto a las
subespecies y a las cepas. Veamos un caso especialmente interesante,
Escherichia coli
es una especie con gran diversidad, no se puede considerar, en su
conjunto, de uso seguro por lo que no se incluye habitualmente en los
suplementos alimentarios. Entre esa gran variedad de Escherichia
coli tenemos, por ejemplo al
microorganismo Escherichia coli cepa
CFT073 que
causa infecciones a nivel urinario, pero también a Escherichia
coli Nissle 1917 que es una cepa
probiótica con resultados alentadores en la
colitis ulcerosa. Como os decía a
Escherichia coli
no suele incluírsele en los suplementos de probióticos pero si a
muchas especies de lactobacilos y bifidobacterias, que si bien son
seguras no todas son eficaces. Por todo esto cuando nos interesemos
por un suplemento con bacterias probióticas sería conveniente que
nos informásemos de si las especies que contienen han sido
identificadas y estudiadas a nivel de cepa, ya que no todos los
fabricantes tienen el suficiente cuidado.
Otro
asunto a saber respecto a los probióticos, y que se pregunta con
frecuencia, es el tiempo que es necesario consumirlos. Pues bien,
como es lógico presuponer, esto dependerá del uso que se quiera dar
a esos probióticos. Uno de los más habituales es el de prevenir la
diarrea asociada frecuentemente a algunos antibióticos, aquí sería
suficiente con consumirlos durante el tiempo que dure el tratamiento.
Otro caso bien distinto sería en el que pretendemos modificar la
microbiota general de una persona, los estudios actuales apuntan
que se necesitarían meses de tratamiento y, posiblemente, continuar
con una toma periódica, intercalando épocas de descanso.
Debemos
de tener en cuenta que el consumo de probióticos debe ser en dosis
suficientes para mostrar su eficacia, y ésta suele ser a partir de
109 (Mil
millones) de bacterias viables al día. Con viables nos referimos a
su capacidad para sobrevivir a las difíciles condiciones del tracto
digestivo, como la acidez estomacal. En la viabilidad del
microorganismo no solo influyen las características propias de su
especie, sino también las de la forma en que se presentan, por
ejemplo, de que está hecha la cápsula. Por otro lado conviene que
conozcamos que su ingesta puede ocasionar molestias, la más usual es
el hinchazón, especialmente si se toman lactobacilos, que parecen
ser las especies más eficaces para la prevención de algunas
infecciones que originan diarreas. Para mitigarlo suele ser
suficiente con partir de una dosis más baja e ir aumentándola
gradualmente. Aprovecho para comentaros aquí, que existe una cepa
de Bifidobacterium infantis
con evidencia favorable sobre el hinchazón en pacientes con el
síndrome del intestino irritable; como vemos de nuevo, es muy
importante que nos informemos de qué probiótico conviene tomar para
cada caso.
Algunas
especies de bacterias probióticas se han mostrado eficaces para
reducir la intensidad de la sintomatología asociada al síndrome del
intestino irritable.
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Si nos centramos en las E.I.I., se están llevando
a cabo muchos experimentos sobre su posible relación con
alteraciones de la microbiota. Se han encontrado anomalías en los
patrones habituales de las especies que componen la microbiota de los
pacientes con E.I.I., esto ha abierto nuevas vías de investigación
para tratar de constatar si una mejora de la misma repercute en la
evolución de la patología o en un alivio de la sintomatología
asociada. Si bien los estudios referentes a la enfermedad de Crohn
son aún poco clarificadores sobre el posible papel de los
probióticos, sí existen evidencias en enfermedades inflamatorias
intestinales como la colitis, la pouchitis*
ulcerosa o la enterocolitis necrotizante en prematuros. Veíamos
anteriormente el ejemplo de Escherichia
coli Nissle 1917, que se ha mostrado
útil en mantener la remisión en la colitis, pero existen incluso
ensayos en los que mezclas de probióticos a altas dosis han
resultado eficaces para favorecer la remisión durante la colitis
ulcerosa activa leve o moderada. Las investigaciones continúan en la
actualidad.
Hoy
en día se anuncian probióticos en comprimidos y otros que han sido
añadidos a los alimentos, pero los probióticos han estado presentes
en nuestra dieta mucho antes de que llegase este “boom” al
mercado. Los alimentos que naturalmente los contienen son aquellos
que han sufrido una fermentación por parte de microorganismos que
nos son beneficiosos y que poseen además las condiciones adecuadas
para su supervivencia. El más conocido es el yogur, que consiste en
leche fermentada por las especies Lactobacillus
delbrueckii subesp. bulgaricus
y Streptococcus thermophilus. Se ha
demostrado que su consumo disminuye la sintomatología asociada a la
intolerancia a la lactosa. Existen otros menos populares como el
kéfir (otro tipo de leche fermentada por otros microorganismos) o el
chucrut (col fermentada) que han mostrado también beneficios a nivel
digestivo.
En
cuanto a los prebióticos muchos de ellos son de origen vegetal, se
trata en su mayoría de fibras y oligosacáridos (pequeñas cadenas
de diferentes tipos de azúcares) que no podemos asimilar y que
encontramos en los puerros, la achicoria, los espárragos, las
alcachofas, las cebollas, la lechuga, los plátanos… Al igual que
sucede con algunos probióticos también algunos prebióticos pueden
ocasionar gases y sensación de hinchazón. Se trata de
fundamentalmente de aquellos que son aprovechados mediante
fermentación por nuestros lactobacilos, y por eso, en las personas
tendentes a padecer estos síntomas se recomendaría comenzar por
dosis bajas. A veces los prebióticos se añaden a los alimentos,
como sucede por ejemplo con uno de los más conocidos, la inulina, ya
que aporta un suave dulzor.
Actualmente
se habla además de prebióticos de segunda generación, que son
aquellos que aportan más beneficios que el de su efecto positivo
sobre la microbiota. Entre estos quisiera destacar los
galacto-oligosacáridos (GOS), que naturalmente se encuentran a la
leche materna, una de sus peculiaridades es que es de los pocos
prebióticos que no son de origen vegetal. Se ha visto que los GOS
incrementan de forma muy importante las poblaciones de
bifidobacterias, que mejoran la absorción de minerales como el
calcio, y que por si esto fuese poco, favorecen la expresión de
moléculas anti-inflamatorias en células intestinales. Todo ello sin
que hayan aparecido efectos secundarios y a dosis bajas. Diferentes
prebióticos han mostrado otros efectos beneficiosos, sobre el
estreñimiento, el colesterol, incluso en la prevención del cáncer
de colon, lo cual es una muestra más de su trascendencia para
nuestra salud.
Como
vemos tanto los prebióticos como los probióticos pueden encontrarse
en los alimentos de manera natural, por ello es conveniente que
cuidemos nuestra dieta para cuidar nuestra “flora intestinal”.
Uno de los consejos más sencillos de seguir es el de aumentar el
consumo de vegetales, lo que podemos hacer fácilmente introduciendo
la fruta entre horas o consumiendo ensaladas como guarnición. Estos
vegetales nos aportarán además un gran número de micronutrientes,
fundamentales para afrontar con salud nuestro día a día.
Otro
consejo importante es el de reducir el consumo de azúcar, ya que
ésta favorece el desequilibrio de la microbiota fomentando el
crecimiento de microorganismos potencialmente patógenos, como las
temidas cándidas, una afección por desgracia cada vez más
frecuente y muy molesta. Recordemos que el azúcar se encuentra en
muchos productos como galletas, barritas, bollería, postres lácteos,
chocolates… y por tanto evitarla nos obligará a estar atentos a
todos estos productos. Con ello no pretendo que renunciéis al
delicioso sabor dulce, pero sí moderarnos, buscarlo en las sabrosas
frutas o recurrir a sustitutos naturales como la estevia, una planta
endulzante. Insisto en lo naturales, ya que algunos endulzantes
sintéticos se ha visto que dañan a la microbiota, de hecho un
tercer consejo sería el de disminuir la ingesta aditivos, pues
está demostrado que varios de ellos perjudican al ecosistema
bacteriano intestinal. Para lograrlo debemos informarnos
adecuadamente sobre lo que consumimos, sirviéndonos de las
etiquetas, que nos alertarán de su presencia. Disminuir los
alimentos procesados y decantarnos por alimentos ecológicos que
excluyen el empleo de la mayoría de aditivos, nos servirá también
de gran ayuda.
Muchos
vegetales contienen fibras prebióticas naturalmente presentes en su
composición. Los alimentos fermentados contienen a su vez especies
probióticas.
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Para
finalizar debemos contemplar brevemente otros factores que alteran
nocivamente a la microbiota como son el estrés, algunas patologías
y diversos medicamentos. Sobre el estrés hemos hablado ya en más de
una ocasión en estas páginas, por lo que se que sois conscientes de
los múltiples problemas de salud que puede conllevar y la
importancia de su prevención a través de actividades relajantes o
divertidas, como por ejemplo el contacto con la naturaleza. En cuanto
a las enfermedades y fármacos que alteran a la “flora” se debe
valorar la conveniencia del uso de suplementos probióticos y/o
prebióticos, ya que la alimentación pueden resultar insuficiente
para contrarrestar sus efectos. Esto no excluye que acompañemos a
esos complementos de cambios nutricionales, ya que esto nos permitirá
avanzar más rápido y, sobre todo, prolongar en el tiempo su efecto,
ayudándonos a mantener a nuestra microbiota “en forma”.
Ahora
ya me despido, esperando que este artículo no os haya resultado
demasiado largo y sobre todo que esta información os pueda servir
para cuidaros un poco más, cuidando de esta manera vuestra
microbiota, y contribuyendo así al fortalecimiento de vuestro
sistema inmune, digestivo, y de vuestra salud global, porque como
sabéis todo está relacionado.
Un
abrazo y hasta la próxima.
*Género: Clasificación,
categoría taxonómica que agrupa a varias especies:
Ejemplo, el género Homo que incluye a la especie humana :
Homo sapiens, pero también a otras especies extintas como el
Homo erectus.
*
Pouchitis ulcerosa: Enfermedad
inflamatoria que afecta a la bolsa ileoanal construida
quirúrgicamente en el caso de algunos pacientes de colitis ulcerosa
resistentes al tratamiento.
Deva Camino Monteserín Fernández.
La información contenida en este artículo tiene una función meramente informativa. En todos los casos es preferible consultar con su terapeuta, médico, u otro profesional de la salud.
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