Ha
llegado ya el otoño, esa hermosa estación que cubre de cálidos
ocres a nuestros bosques pero también al cielo de grises. En estas
semanas los días se acortan, refrescan y a menudo se tornan
plomizos, anunciándonos la proximidad del frío invierno. Es por
todo ello la época ideal para preparar a nuestro organismo con los
nutrientes necesarios, que nos permitan afrontar llenos de vitalidad
este cambio de tiempo. Para esto tenemos la suerte de contar con un
auténtico regalo de la naturaleza, tanto para nuestra salud como
para nuestro paladar, nos referimos a los sabrosísimos frutos secos.
Los
frutos secos se definen como aquellos frutos en cuya composición
existe menos de un 50% de agua, normalmente son oleaginosos y poseen
una cáscara más o menos dura. Si bien es verdad que existe cierta
confusión al respecto, pues no todos los autores manejan exactamente
los mismos parámetros para definirlos. Esto da lugar a casos
dudosos, tal como sucede por ejemplo con los cacahuetes, una
leguminosa que popularmente se considera como tal.
Más
allá de los debates semánticos y de clasificación, lo que aquí os
queremos contar es la maravilla que suponen estos frutos para nuestra
salud, pues presentan una elevadísima concentración de nutrientes
capaces de aportarnos multitud de beneficios.
De
manera general os podemos decir que casi todos ellos poseen ácidos
grasos poliinsaturados, cuyo consumo frecuente nos permite disminuir
el colesterol tipo LDL (el malo) y protegernos frente a las
enfermedades cardiovasculares.
Poseen
también muchos minerales, como el magnesio, indispensable para
nuestro sistema nervioso, y alcalinizante, algo muy de agradecer
teniendo en cuenta que, en conjunto, la alimentación predominante en
los países occidentales, es acidificante.
Desde
el punto de vista dietético tenemos una estupenda notica que daros y
es que a pesar de su elevado contenido graso se ha comprobado que
ingestas de incluso 100 g diarios no conducen a un aumento de peso.
Probablemente esto se deba a que estas mismas grasas, junto con su
gran cantidad de fibra, proteína y su escasez de azúcares,
contribuyen a hacerlos muy saciantes; además se trata de grasas
“saludables” que poseen múltiples funciones en nuestro organismo
y tienden menos que otras a acumularse en forma de tejido adiposo.
Para
obtener sus beneficios se recomienda el consumo de al menos 30g,
aproximadamente un puñado, un mínimo de 4 veces por semana.
Deberemos optar por los preparados crudos y sin salar, pues al
freírlos, tostarlos o salarlos pierden parte de sus propiedades. Una
manera sencilla de introducirlos en nuestra alimentación diaria es
como parte de nuestro tentempié o postre.
Desde
aquí os aconsejamos consumirlos de manera variada, pues por suerte
cada vez existen más tipos diferentes a nuestra disposición. Si
bien es cierto que siempre es adecuado conocer su composición, por
si por nuestra salud nos es más conveniente inclinarnos por unos u
otros. Así que vamos a explicaros algunos de los más consumidos un
poco más en profundidad:
- Nueces: Posiblemente se trata del fruto seco más valorado actualmente, y su fama es bien merecida, pues su aporte de ácidos grasos omega 3 hace que un consumo diario de 4 de estos deliciosos frutos sea suficiente para disminuir de manera muy significativa el riesgo de enfermedad cardiovascular, lo que incluye a los temidos infartos e ictus cerebrales. Destaca además por su capacidad antioxidante y por su elevado contenido en manganeso, muy importante para unos huesos y cartílagos fuertes, así como para el correcto funcionamiento del sistema nervioso.
- Almendras: El consumo de almendras es muy popular en nuestro país, y eso es una buena noticia para nuestra salud, pues se trata de un fruto seco muy rico en minerales. De entre ellos destaca el potasio, que regula el equilibrio ácido-alcalino, nos ayuda a mantener una tensión arterial adecuada y participa en la contracción muscular, previniendo por ejemplo los calambres. Su contenido en calcio es así mismo considerable, éste, además de ser importante para la formación y mantenimiento de nuestros huesos, participa en otros muchos procesos, como la coagulación de la sangre, o, al igual que el potasio, en la contracción muscular.
- Avellanas: Las deliciosas avellanas parecen haber caído en el olvido para muchos consumidores, lo cual es una auténtica pena pues además de por su sabor poseen una importante cantidad de vitaminas, como la B1, la B6 o la vitamina E. Las dos primeras poseen un papel destacado en el sistema nervioso, mientras que la vitamina E es muy antioxidante. Por otro lado poseen una elevada presencia de fitoesteroles, moléculas que disminuyen la absorción del colesterol, convirtiéndose así en una estupenda alternativa para aquellas personas que padecen hipercolesterolemia, patología actualmente tan temida como extendida.
- Pistachos: Este pequeño fruto seco se ha popularizado considerablemente en los últimos años. En su composición encontramos una gran cantidad de hierro, gracias al cual podemos prevenir el cansancio producido por las anemias. Otro mineral a destacar es el fósforo, que participa en la formación de los huesos y en la producción de energía.
- Castañas: Las castañas son un fruto seco bastante particular pues en ellas predominan los hidratos de carbono complejos, que junto a su fibra y el agua que poseen las convierten en un alimento con elevada capacidad saciante. En su composición destaca el potasio y el fósforo, de los que ya hemos hablado, y además cabe mencionar que algunos estudios les atribuyen propiedades de mejora de la función vascular y antiinflamatorias. Al contrario que la mayoría de los frutos secos es mejor tomarlas cocinadas, normalmente cocidas o asadas, lo que mejorará su digestión sin alterar apenas sus propiedades.
La
lista de frutos secos, por fortuna , es muy amplia como para hablar
de cada uno de ellos en detalle pero no me gustaría dejar de nombrar
aquí a algunos más. Entre los más populares están los cacahuetes,
con mucha vitamina B3, muy importante para el sistema nervioso y el
vascular. Otros cada vez más conocidos son los anacardos, ricos en
hierro, y las nueces de Brasil, que poseen una extraordinaria
cantidad de selenio, un potente antioxidante que además contribuye
al buen funcionamiento de la tiroides.
Puede
que algunos halláis echado de menos a las famosas pipas de girasol o
de calabaza, pero no os preocupéis porque os adelanto que en breve
os descubriremos sus propiedades en otro artículo sobre las semillas
comestibles.
Finalmente
queremos terminar animándoos a incluir en vuestra alimentación
diaria a estos tesoros de la naturaleza, pues no hay nada mejor para
combatir la llegada del frío y hacerlo cargados de energía.
Recordad que cuidarnos con nuestra alimentación es el mejor modo de
prevenir, y los frutos secos nos permiten además hacerlo al mismo
tiempo que disfrutamos.
Deva Camino Monteserín Fernández.
La información contenida en este artículo tiene una función meramente informativa. En todos los casos es preferible consultar con su terapeuta, médico, u otro profesional de la salud.
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