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jueves, 17 de mayo de 2018

Conexión Cerebro - Intestino

¿Le apetece azúcar a todas horas? ¿Tiene ansiedad o se encuentra bajo de ánimo? ¿Tiene calambres abdominales y/o siente la urgencia de vaciar el intestino cuando está ansioso o estresado?
Todas estas experiencias son guiadas por el eje entérico cerebro-intestino


El eje intestino-cerebro es esencialmente la conexión entre el sistema nervioso entérico y el sistema nervioso central e incluye todas las comunicaciones entre el tracto gastrointestinal (TGI) y el cerebro. La microbiota intestinal desempeña un papel crítico tanto en la función de este eje com en mucho otros procesos, desde el control inflamatorio y las respuestas inmunitarias hasta la integridad y permeabilidad de la barrera intestinal (1).

El término "microbiota intestinal" se usa para describir la multitud de especies y colonias de bacterias y levaduras que se encuentran en el TGI. La composición de la microbiota intestinal varía en función de la dieta, el estrés y los factores ambientales e influye en la producción de metabolitos que ayudan a mantener la homeostasis del huésped (2).

La microbiota intestinal está muy influenciada por nuestra dieta porque las bacterias se alimentan de los contenidos nutricionales de nuestros intestinos.
Esto favorece la fermentación de carbohidratos y libera ácidos grasos de cadena corta para la producción de energía de otras bacterias más especializadas (3).

El equilibrio de cepas bacterianas es crucial para nuestras salud y, de hecho, muchos problemas de salud se han relacionado con la disbiosis intestinal, por lo que un desequilibrio en las cepas o la falta de bacterias en el intestino puede influir en la integridad de la pared intestinal y el tiempo de tránsito (4). Por ejemplo, el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO, por sus siglas en inglés) describe una afección en al que el TGI está habitado por una gran cantidad de bacterias patógenas y relativamente pocas bacterias comen sales. 
Microbiota intestinal
Se ha demostrado que el SIBO perjudica el tiempo de tránsito intestinal, causando estreñimiento, pero también que puede acelerar el tiempo de tránsito, causando diarrea (4). Esta disbiosis es un reflejo de la dieta, la calidad del sueño y el estrés en el cuerpo (4).

Además de provocar cambios en la permeabilidad y motilidad intestinal, esta flora bacteriana también juega un papel clave en la función inmune de la mucosa y en la producción de GABA y serotonina como moléculas señalizadoras para el sistema nervioso (1).

La serotonina funciona como una importante molécula señalizadora para el sistema nervioso entérico, funcionando y superponiéndose con el sistema nervioso central (1). El triptófano, un precursor de la serotonina, se encuentra en semillas, soja, carne y pescado.

A partir de nuestra dieta, el triptófano se absorbe en el intestino y atraviesa la barrera hematoencefálica donde se transforma en serotonina (1). Curiosamente, casi toda la serotonina de nuestros cuerpos se encuentra realmente en el intestino, sintetizada por las células enterocromafina (EC) (1). Esta producción de serotonina se utiliza para modular el funcionamiento del TGI a través de la secreción, el peristaltismo, la vasodilatación, la percepción de dolor y las náuseas (1).

Pero no solo son las células EC las que sintetizan la serotonina sino que la microbiota intestinal también tiene la capacidad de producir serotonina a partir del triptófano, y de utilizarlo como una señal dentro del eje intestino-cerebro para modificar el comportamiento del huésped (1).
Actuando sobre el eje intestino-cerebro, la serotonina no solo influye en el cerebro y en nuestro estado de ánimo, sino que también regula el desarrollo de estructuras en el revestimiento intestinal. Así, las microvellosidades son protusiones microscópicas que aumentan la superficie del revestimiento intestinal. 
Esta superficie adicional se utiliza para la absorción de nutrientes y su desarrollo es inducido por 
5-HTP, el precursor de la serotonina (5).

Estas conexiones demuestran cómo la flora bacteriana intestinal puede influir en la salud intestinal y la absorción de nutrientes, y contribuir a la señalización dentro de los sistemas nerviosos entérico y central.


INICIACIÓN Y MANTENIMIENTO DE UNA MICROBIOTA INTESTINAL SANA

La colonización del TGI por microbiota se determina inicialmente en el momento de nacer por la forma en que se produce el parto. 
Los bebés nacidos vaginalmente tienen una microbiota dominada por las especies de lactobacillus que provienen de la micribiota vaginal y fecal de la madre (1).
Por el contrario, los bebés nacidos por cesárea tienen una microbiota influenciada predominantemente por la microflora de la piel de la madre. Esta flora está compuesta típicamente de especies de Staphylococcus, Corynebacterium y Propionibacterium, con una mayor susceptibilidad a C. difficile (6).

También se ha demostrado que estos bebés tienen cantidades muy bajas de bífidobacteria, aunque la lactancia materna puede proporcionar una gran cantidad de bífidobacteria (1). Esta flora bacteriana se diversificará más cuando el bebé empiece a alimentarse de alimentos sólidos.

Como se mencionó anteriormente, la dieta tiene un papel muy importante en el mantenimiento de las bacterias intestinales beneficiosas. Después de todo, estas bacterias se alimentan de los compuestos y nutrientes que se encuentran en nuestro TGI. La fibra también juega un papel muy importante y su ausencia puede producir una migración bacteriana.

Si su fuente de alimento preferida no está disponible, la microbiota buscará alimentarse de otros compuestos como los aminoácidos, liberando sustancias potencialmente dañinas durante el metabolismo (3).
Estas sustancias pueden contribuir a la inflamación y al síndrome del intestino permeable, causar problemas con la permeabilidad intestinal y una pérdida de integridad en las estrechas uniones que hay entre las células intestinales. Este proceso puede influir en el desarrollo de EII o cáncer de colon, además de dar lugar a sensibildades y/o alergias alimentarias (3).



ANTIOBIÓTICOS Y SALUD INTESTINAL

En adultos, nuestra microbiota está fuertemente influenciada por nuestras dietas y puede ser alterada fácilmente por el uso de antibióticos (1).

Cada vez es más común, aunque no es un práctica habitual, que los médicos aconsejen a los pacientes que tomen un probiótico durante o después de un tratamiento con antibióticos. Tomar un probiótico una horas después de una dosis de antibióticos puede ayudar a corregir el efecto de destrucción que los antibióticos tienen en la microflora intestinal. 
Sin embargo, el uso repetido de antibióticos sin la repoblación de bacterias intestinales sanas puede causar alteraciones permanentes en el intestino (1).

Más específicamente, el uso de antibióticos en niños reduce la colonización de las cepas de bífidobacterium y lactobacillus. Estas especies de bacterias ayudan a cmabiar el sistema inmunológico alterando la homeostasis inmunológica entre las respuestas TH1 y TH2 (1). 
El uso temprano y frecuente de antibióticos se ha asociado con alergias y enfermedades del intestino irritable (EEII) (1).

En niños y adolescentes, el desarrollo cerebral depende de la neurotransmisión serotoninérgica y es necesario para la función de estructuras en el cerebro como la amígdala, el hipocampo y la corteza frontal. Así, la función señalizadora de la serotonina puede influir en el sueño, el comportamiento sexual y el estado de ánimo, reforzando la necesidad de tener una microflora intestinal sana (1).



BENEFICIOS DE LOS PROBIÓTICOS EN EL EJE INTESTINO-CEREBRO

No se puede subestimar la interconexión entre el cerebro y el intestino. La disbiosis intestinal, una microbiota intestinal alterada con pocas colonias bacterianas beneficiosas en relación con las especies patógenas, se ha relacionado con la ansiedad y la depresión (1). De hecho, algunos estudios están mostrando los beneficios de los probióticos con respecto a la angustia psicológica y a la depresión (7).

Los probióticos por definición son microorganismos vivos que se administran en dosis lo suficientemente altas como para beneficiar positivamente la salud del huésped (8).
Su uso para trastornos gastrointestinales se ha estudiado en detalle, pero en la última década se han llevado a cabo más estudios acerca de sus beneficios sobre el sistema nervioso (8).

Varios estudios llevados a cabo en seres humanos han demostrado que los probióticos de múltiples cepas pueden mejorar los síntomas de ansiedad y depresión, y también las facultades cognitivas (4)(8).

Por otra parte, la respuesta del estrés adulto a través del eje hipotálamo-hipófisis (HPA) también se ha relacionado con la microbiota intestinal. Se han observado respuestas anormales al estrés en adultos con disbiosis intestinal que pueden revertirse con una adecuada colonización y restauración de la microbiota intestinal (4).
Además, se ha demostrado que los probióticos de múltiples cepas disminuyen el cortisol y/o la hormona adrenocorticotrópica (ACTH).

En la actualidad, se están llevando a cabo varios estudios en humanos y algunos están investigando el papel que tienen la microbiota intestinal en áreas como el autismo, la enfermedad de Parkinson y el dolor crónico (4).
Las cepas más destacadas por su capacidad para mejorar la ansiedad, la depresión y las respuestas al estrés, además del alivio gastrointestinal, son B. longum, B. breve, B. infantis, L. helveticus, L. rhamnosus, L. plantarum y L. casei, con dosis que varían entre 10 millones y 40 mil millones de unidades formadoras de colonias (UFC) al día (8).


CONCLUSIONES

La colonización del TGI por especies bacterianas influye en varias áreas de nuestra salud general incluyendo la digestión, el estado de ánimo y el comportamiento. La capacidad que tienen nuestras células intestinales y la microflora intestinal para modular la síntesis de serotonina desempeña un papel fundamental en la señalización entre los sistema nerviosos entérico y central.

El síndrome del intestino irritable, aunque se presenta como un trastorno digestivo disfuncional, se ve muy afectado por el estrés y la ansiedad, y los síntomas podrían tener que ver con la composición de la microflora intestinal.

Los estudios que se están llevando a cabo en humanos continúan investigando el papel de los probióticos en la salud mental y las respuestas al estrés y podrían ser una intervención recomendable en trastornos gastrointestinales relacionados con la ansiedad y el estrés. Por lo tanto, repoblar el intestino después del uso de antibióticos es fundamental para la salud en general, incluyendo el desarrollo de estructuras dentro del cerebro en niños y adolescentes.



Bibliografía

1. O´Mahony, S.M., Clarke, G., Borre, Y.E., Dinan, T.G., and Cryan, J.F. "Serotonin, tryptophan metabolism and the brain-gut-microbiome axis" (2015) Beh Brain Res. 277: 32-48

2. Lin, C.S., Chang, C.J., Lu, C.C., Martel, J, et al. "Impact of the gut microbiota, probiotics, and probiotics on human health and disease" (2014) Biomed J. 37(5): 259-68

3. Marchesi, J.R., Adams, D.H., Fava, F., Hermes, G.D., et al. "The gut microbiota and host health: a new clinical frontier" Gut (2016) 65(2): 330-9

4. Mayer, E.A., Tilli; ch, K., and Gupta, A. "Gut/brain axis and the microbiota" (2015) J Clin Invest. 125(3): 926-938

5. Nakamura, K., Sato, T., Shashi, A., Tsurui, H., and Hasagawa, H. "Role of a serotonin precursor in development of gut microvilli" (2008) Am J Pathol. 172(2): 333-44

6. Thomas, L.V., Ockhuizen, T., and Suzuki, K. "Exploring the influence of the gut microbiota and probiotics on health: a symposium report" (2014) Br J Nutr. 112 Suppl 1:S1-18

7. Huang, R., Wang, K., and Hu, J. "Effect of probiotics on depression: a systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials" (2016) Nutrients 8(8): E483

8. Wang, H., Lee, L.S., Braun, C., and Enck, P. "Effects of probiotics on central nervous system functions in animals and humans - a systematic review" (2016) J Neurogastroenterol Motil. Jul 13 doi: 10.5056/jnm13018 [Epub ahead of print]


Información facilitada por "Natural Facts", Sura Vitasan.

La información contenida en este artículo tiene una función meramente informativa. En todos los casos es preferible consultar con su terapeuta, médico, u otro profesional de la salud.




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