El término "comida rápida" no es novedoso, ya en la Antigüedad en Roma, Oriente Medio o India existían puestos callejeros que vendían comida preparada. Todo esto culminó en el siglo XX con la Revolución Industrial, promoviendo todo tipo de comida procesada y lista para comer con largos plazos de conservación. En la actualidad este tipo de "comidas" están a la orden del día, y sí, me atrevería a decir que nos facilitan mucho la gestión de nuestro tiempo ahora que tenemos ritmos de vida bastante estresantes y acelerados.
Está claro que lo ideal y saludable es llevar una dieta equilibrada, y que cuanto más frescos y naturales sean los productos que consumimos más beneficios nutricionales nos aportarán. Ahora bien, teniendo en cuenta que en muchas ocasiones no disponemos de ese tiempo tan precioso que anhelamos y preferimos invertirlo en otras ocupaciones que nos hacen más felices, cada vez hay mayor tendencia a consumir esta clase de comida basura.
Pero... ¿sabemos lo que comemos? ¿Por qué muchos alimentos de este tipo nos generan una sensación de adicción y la necesidad de seguir consumiéndolos? Estos productos, que distan mucho de ser saludables, son elaborados con grandes cantidades de grasas saturadas, sales, azúcares, condimentos, potenciadores del sabor y conservantes que provocan en nuestro paladar una exquisita "explosión de sabores" que nos pueden producir adicción.
¿Por qué nos producen adicción?
Todo está en nuestra mente y cerebro: Las comidas preparadas en general, aunque nutricionalmente no nos aportan beneficios, activan diferentes mecanismos cerebrales que nos dan sensación de felicidad. De hecho, hay estudios en los que se hacen comparativas entre este tipo de alimentos y las drogas.
Tanto las grasas como el azúcar y la sal llegan a nuestro cerebro, provocando sensaciones placenteras, y algunos conservantes y potenciadores del sabor enmascaran el sabor real y el estado del alimento original. Cuando todas esas sustancias se mezclan producen una atracción especial y una adicción que nos lleva a "picotear" incluso cuando no tenemos hambre, sólo por tener esa sensación de felicidad. Este conjunto de sensaciones se denominan "quinto sabor", término acuñado en 1908 por Kikunae Ikeda para referirse a los alimentos que tienen un sabor muy intenso, delicioso y distinto a los sabores que conocemos.
Además, diferentes ensayos clínicos han demostrado que el uso continuado de productos procesados y comidas preparadas no sólo aumenta el riesgo de sufrir sobrepeso y obesidad, sino también el riesgo de padecer numerosas patologías como diabetes, asma, diarreas, hipertensión, problemas cardiovasculares y desarreglos gastrointestinales. Su composición es excesiva en grasas perjudiciales, que se pegan a las arterias y provocan colesterol; excesiva en azúcares que pueden desembocar en sobrepeso y diabetes; y excesiva en aditivos, conservantes y potenciadores del sabor que irritan las mucosas, pudiendo provocar diarreas y problemas gastrointestinales a largo plazo. Estas sustancias potencian el sabor y una vez consumidas aceleran nuestro metabolismo y desactivan la zona del cerebro encargada de regular el apetito reduciendo los niveles de las hormonas que provocan saciedad. Esto hace que tengamos más hambre de la habitual, y que a largo plazo podamos contraer los problemas de salud que ya he mencionado antes.
A pesar de que llevemos formas de vida aceleradas debemos priorizar siempre e intentar llegar a un punto en el que podamos compaginar vida saludable y ocio.
Aunque este tipo de comidas nos parezcan una buena opción, sobre todo si hablamos de tiempo, no lo son ni siquiera a nivel económico. Son alimentos que no nos aportan nutrientes ni nos sacian, por lo que un varón de peso y estatura normales tendrá que comer mucho más de lo habitual, lo cual tampoco resulta muy cómodo para el bolsillo.
Otro de los grandes problemas es que cada día más niños en etapa de crecimiento y desarrollo están consumiendo este tipo de comidas, en detrimento de una alimentación variada y rica en verduras, frutas, legumbres y pescados.
Es muy importante que nos concienciemos de que la base de la salud es una adecuada alimentación y que aportemos una buena educación y orientación a los más pequeños para que culminen favorablemente su etapa de desarrollo y no padezcan futuros problemas de salud.
Por Sheyla B. Castroagudín
La información contenida en este artículo tiene una función meramente informativa. En todos los casos es preferible consultar con su terapeuta, médico, u otro profesional de la salud.