El bienestar, desde un punto de vista integral, define a las personas a distintos niveles: físico, emocional, social, espiritual, intelectual e incluso medioambiental.
El mundo cambia muy rápido y eso afecta de manera contundente nuestra percepción de la vida. Cuando nuestras emociones se ven desbordadas, pueden desencadenar distinto procesos patológicos, originando enfermedades psicosomáticas. Estas enfermedades, cada vez más frecuentes, requieren de tratamientos que ayuden a regular la respuesta hormonal que se desencadena como consecuencia de estrés.
Una de estas hormonas es el cortisol; su exceso se relaciona con enfermedades cardiovasculares, diabetes, astenia, enfermedades degenerativas, y por supuesto, con alteraciones inmunitarias.
¿Quién no ha experimentado un resfriado o proceso infeccioso como consecuencia de una bajada de defensas, en momentos de estrés o fatiga? En estos casos, hay que procurar tratar el estrés y potenciar nuestras defensas de forma natural.
Podemos decir que las personas se definen en dominantes o dominadas según su manera de reaccionar delante de situaciones estresantes.
Los dominantes son personas que acostumbran a ser muy reactivas delante de situaciones amenazantes, con un marcado aumento de la adrenalina.
Por su parte, los dominados son mucho más tranquilos, pero esto no significa que se puedan escapar del estrés.
Así pues, si tomamos consciencia de la influencia que tienen nuestras emociones sobre el resto de mecanismos fisiológicos, entenderemos que nuestro completo bienestar empieza por aprender a hacer una buena gestión del estrés.
Aunque cierta cantidad de estrés no resulta negativa, ya que nos mantiene activos y nos hace sentir más "vivos". En cambio, el estrés crónico y su mala gestión pueden deteriorar mucho nuestra salud, y en consecuencia, acelerar nuestro proceso de envejecimiento.
La falta de sueño es otra consecuencia de la mala gestión de las emociones y puede ser ocasionada por la ansiedad delante de las situaciones de la vida. Esto puede generar un ciclo vicioso capaz de imposibilitar la regeneración necesaria que nos aportan las horas de sueño de calidad.
Definimos un buen sueño cuando éste tiene una latencia (tiempo que tardamos en quedarnos dormidos) menor de 30 minutos, una duración media de 7-9 horas y nos aporta una sensación de descanso al despertar.
La relación entre el insomnio y la ansiedad es directa, cuanto más ansiedad más insomnio y cuanto más insomnio más ansiedad. Si profundizamos aún más en como acontece el insomnio, descubriremos que hay diferentes tipos de trastornos del sueño, podemos tener dificultad para conciliar el sueño, experimentar repetidos despertares nocturnos o no descansar bien por tener un sueño agitado, con pesadillas frecuentes e intensas. Para cada una de estas situaciones hay ayudas naturales que integran la fitoterapia, una alimentación equilibrada y técnicas de relajación.
Para controlar el estrés, la ansiedad y el insomnio, además de modificar algunos de nuestro hábitos de vida, tenemos una gran variedad de plantas con acción relajante, que podemos tomar de forma apropiada. Las más conocidas para este propósito son la valeriana, la melisa, la manzanilla y la pasiflora.
Anita Macedo
Profesora de ISMET. Formadora de profesores de Yoga y terapeutas de Masaje Ayurvédico.
Master en Salud y Actividad Física.
Información facilitada por Natur Import.
La información contenida en este artículo tiene una función meramente informativa. En todos los casos es preferible consultar con su terapeuta, médico, u otro profesional de la salud.
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